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Las motos aventureras no serán eléctricas (y está bien que así sea)

El futuro de las motos eléctricas no empieza en los viajes, sino en las empresas. Esta noticia es importante y nos tomamos la tarea de buscar para que sea del interés de ustedes.

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El futuro es eléctrico, nadie lo niega. Cada vez más países prohíben la venta de vehículos a combustión en el mediano plazo, las marcas invierten cifras millonarias en desarrollo de baterías y la industria entera se está reconvirtiendo. Pero, aunque el cambio es imparable, hay algo que no va a cambiar pronto: las motos aventureras no serán eléctricas, al menos por ahora. Y no deberían serlo.

La autonomía es la frontera

Viajar en moto no es solo moverse; es perderse. Salir un viernes en la tarde y tomar la carretera sin rumbo fijo, rodar hasta donde el cuerpo aguante, dormir en pueblos olvidados, desviarse por trochas o seguir esa ruta secundaria que se ve interesante. Para eso se necesita una cosa: autonomía real.

Una moto aventurera no puede ofrecer menos de 450 a 500 kilómetros por tanque sin comprometer la libertad del viaje. Hoy, ninguna eléctrica lo ofrece sin sacrificar peso, recarga o infraestructura.

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Incluso las motos eléctricas más avanzadas del mercado, como las Zero DSR/X o las Energica Experia, apenas rozan los 220-250 km de autonomía en condiciones reales. Y cuando hablamos de viajes largos en Colombia, donde no hay estaciones de carga en carretera cada 50 kilómetros, eso es una limitación mortal.

El reto eléctrico no está en los viajeros, está en las empresas

Pero si el segmento aventurero no es el campo de batalla inmediato, el escenario ideal para la movilidad eléctrica sí existe y está aquí mismo: las ciudades. Y más aún: las empresas.

En Colombia, varias compañías de mensajería, domicilios y logística urbana han comenzado a migrar parte de sus flotas a motos eléctricas. ¿La razón? Sencilla: una moto eléctrica con 100 – 150 km de autonomía es más que suficiente para una jornada urbana completa.

Además, los costos de mantenimiento son casi nulos: sin aceite, sin filtros, sin embrague. Los frenos duran más gracias al frenado regenerativo y el ahorro en consumo energético frente a la gasolina es abismal. Según estimaciones del sector, recorrer 100 km en una moto eléctrica cuesta menos de $2.000 pesos si se carga en casa o en planta propia.

Soluciones sostenibles, más allá del vehículo

Lo mejor es que las empresas no solo están comprando motos eléctricas, sino que algunas están invirtiendo en paneles solares para cargarlas, cerrando así un círculo casi perfecto de sostenibilidad. Un parque solar bien dimensionado puede abastecer la carga de toda una flota sin depender de la red eléctrica tradicional, lo que implica que el impacto ambiental de estas operaciones puede acercarse a cero.

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Además, las nuevas tecnologías permiten reutilizar o renovar baterías, lo que alarga la vida útil del sistema y reduce el problema ambiental del desecho.

¿Y el motociclista de carretera? Que ruja la gasolina (por ahora)

Para el viajero, el que madruga para ver el amanecer en Villa de Leyva o el que cruza la cordillera rumbo a Manizales, el motor a combustión sigue siendo la herramienta más confiable. No hay aún una red de cargadores rurales, ni infraestructura, ni la autonomía suficiente como para reemplazar una V-Strom 650, una KTM 390 Adventure o incluso una Dominar.

Y no hay pecado en eso. El futuro eléctrico no tiene por qué empezar en la pasión, sino en la funcionalidad. Las motos eléctricas tienen todo para conquistar la ciudad: bajo costo, eficiencia, sostenibilidad y silencio. Ahí deben centrarse los esfuerzos.

Las marcas, el Gobierno y los usuarios tienen que entender que el cambio debe comenzar donde tiene sentido y eso hoy es en las flotas empresariales y el transporte urbano, no en los viajeros de corazón.

Los tiempos de carga, factor determinante

Cuando se trata de salir de viaje o hacer turismo en un vehículo eléctrico, el tiempo de carga se convierte en un factor determinante en la planificación. A diferencia de un tanque lleno de combustible que puede tomar apenas minutos, una carga completa en estaciones públicas de carga lenta (nivel 2) puede tardar entre 4 y 8 horas, dependiendo de la capacidad de la batería del vehículo.

En contraste, si se accede a cargadores rápidos (DC Fast Charging), se puede obtener hasta un 80 % de batería en unos 30 a 60 minutos, aunque no todos los vehículos ni todas las rutas disponen de este tipo de infraestructura. Para un viaje largo, esto implica programar paradas estratégicas, considerar el alcance real del vehículo (que puede variar por clima, velocidad y carga) y en algunos casos, modificar la ruta para coincidir con los puntos de carga disponibles.

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