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¿San Columbano? | El patrono de las motocicletas

Conocimos el monumento del Santo en Soatá, Boyacá.

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A veces uno necesita irse. Salirse del ruido, dejar atrás el celular, la agenda, el teclado. Eso hice. Me tomé unos días y me fui para Soatá, en el norte de Boyacá. Sin más pretensión que descansar. Un pueblo tranquilo, de esos donde los días pasan sin apuro y uno puede caminar sin estar mirando el reloj, ideal para andar en motocicletas.

Iba por la calle principal, viendo vitrinas sin mirar mucho, cuando de repente algo me frenó: un letrero que decía Publimotor’s. Así, tal cual. Casi mismo nombre de nuestra revista. El logo, además, parecía una mezcla entre el de PubliMotos (fue lo que más me llamó la atención) Monster Energy y un tablero de tacómetros a punto de estallar. Recargado, sí, pero con personalidad.

El inicio del santo de las motocicletas

Frente al local había algo aún más raro: un monumento. Hecho con coronas, pedazos de metal y partes de motos viejas (pero bien pintadas). Encima, una figura que no reconocí al principio. No era San Antonio, ni la Virgen del Carmen, tradicionalmente asociada al transporte. Era San Columbano. Me acerqué, y sí: un pedestal armado con piezas de kit de arrastre, el frente de una moto híbrida, hecha de varios modelos, seguro, y al centro, la imagen de este santo poco conocido.

Me quedé mirando. Saqué el celular y empecé a buscar. ¿Quién era San Columbano y qué hacía al frente de un negocio de publicidad de motos en Soatá? Su presencia parece ser un homenaje a las motocicletas.

Resulta que San Columbano de Luxeuil fue un monje irlandés del siglo VI que se la pasó viajando por Europa. A pie, a caballo, por caminos difíciles. Fundó monasterios, predicó en lugares remotos, vivió en movimiento. Nunca se quedó quieto, al igual que aquellos que viajan en motocicletas.

Los inicios

Nació en Irlanda, alrededor del año 543, y desde joven optó por una vida de disciplina, pero no de encierro. Después de formarse como monje, salió a recorrer el continente. Cruzó lo que hoy es Francia, Suiza e Italia, fundando comunidades, escribiendo reglas de vida y dejando huella en cada sitio. Era un hombre frontal, con fama de no callarse ante la autoridad, y de hablar tanto con reyes como con campesinos. Dormía donde pudiera, comía lo justo y caminaba siempre con la idea de llevar su mensaje a donde nadie más quería ir.

Fue canonizado porque vivió en coherencia con su fe, porque transformó regiones enteras con su predicación y su ejemplo y porque fundó varias abadías que mantuvieron viva la espiritualidad y la cultura en Europa durante siglos. Su figura terminó siendo símbolo de fuerza, independencia y movimiento. Por eso, con los años, muchos lo empezaron a ver como un patrono de los motociclistas. Porque más allá del vehículo, él representa algo que entendemos bien quienes rodamos: el viaje como forma de vida, especialmente en motocicletas.

El momento más emotivo

En 2002, san Columbano fue erigido por el Vaticano como santo patrón de los motociclistas, luego de haber sido propuesto como tal por el obispo anglicano (y motociclista) John Oliver al papa Juan Pablo II.

No me esperaba eso. Ni el nombre del negocio, ni el santo motero, ni ese altar hecho con fierros usados. Pero todo encajó. Porque a veces uno no busca nada, y se encuentra con algo que le habla directo.

San Columbano no está en los manuales de mecánica ni en las estadísticas de siniestralidad, pero anda por ahí, en alguna curva de montaña, entre el viento y el motor, como un protector de quienes van en motocicletas.

Autor: Karim Chalá Lee

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