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Colombia vs. la moto. Lo anormal y retador que es manejar aquí. Panorama general

Estamos en un país con condiciones viales variadas. Las motos aquí saben lo que es estar y ser efectivas en las máximas condiciones. Este artículo es para eso, para decirles y contarles todos los frentes de lo que es Colombia para las motos y como las exige.

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Colombia no solo consume motocicletas: las pone a prueba. En sus montañas, trochas y ciudades caóticas, las motos no tienen descanso. Este país se ha convertido en el laboratorio real más extremo del mundo para las plataformas de baja cilindrada y esa posición no se la ha ganado por casualidad.

Es una mezcla de geografía compleja, infraestructura impredecible, usuarios exigentes, condiciones socioeconómicas particulares y una historia de resiliencia. Entender por qué Colombia es un banco de pruebas natural es también entender el papel vital de la motocicleta en el tejido económico y social del país.

Debemos de entender que tanto los indios (principalmente) como los chinos y japoneses ven en Colombia un país fuerte en el manejo y uso de la motocicleta. Acá se es muy “pata brava” y más con las motocicletas pequeñas y de costos bajos, cosa contraria a las de medio y alto cc. Es una constante que va de la mano con la educación personal y vial de las personas y que difícilmente se cambiará.

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Geografía: el país donde el torque se prueba con ciencia y calle

Colombia, con su topografía marcada por tres cordilleras y una altura promedio superior a los 1.000 msnm, representa un reto único para cualquier motocicleta de bajo cilindraje. Las ciudades como Bogotá (2.600 m), Pasto (2.500 m) o Tunja (2.800 m) obligan a recalibrar mapas de inyección electrónica o a diseñar carburadores específicos para garantizar un rendimiento estable.

En el pasado, marcas internacionales han introducido variaciones locales en sus motores o transmisiones precisamente para resistir la pérdida de potencia en altura. Las motos que no pasaban estas pruebas desaparecían del mercado en cuestión de meses. Hoy en día, las marcas no lanzan un modelo nuevo en Colombia sin pasar primero pruebas en rutas como Bogotá – La Vega, Medellín – Santa Fe de Antioquia o los ascensos al Alto de Letras.

Infraestructura: del pavimento a la trocha en menos de un kilómetro

La infraestructura vial colombiana es profundamente heterogénea. Una misma ruta puede incluir autopista, vía en construcción, pavimento irregular, tramos de tierra y hasta sectores inundables. Esto exige que las motos tengan suspensiones resistentes, buena altura al piso y geometrías capaces de soportar el maltrato diario.

El chasis, la suspensión, los frenos y hasta la tornillería de una motocicleta deben superar la prueba del rebusque diario. Las adaptaciones no son opcionales, son vitales para sobrevivir al terreno.

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Usuario colombiano: exigente, informal, incansable

A diferencia de mercados como el europeo o el norteamericano, el motociclista colombiano no es un usuario recreativo ni de fin de semana. Aquí la moto es una herramienta de trabajo, una extensión del cuerpo para producir, buscar, repartir, transportar.

El usuario promedio hace más de 70 km diarios, carga pasajeros, lleva mercado, transporta herramientas, o hace entregas sin descanso. Por eso, la lógica de diseño cambia: el tanque debe ser grande, el consumo mínimo y el mantenimiento, sencillo. Los sistemas complejos de enfriamiento o electrónica excesiva suelen fracasar aquí.

La fiabilidad, la economía real y el mantenimiento barato son las únicas credenciales que garantizan la permanencia en el mercado colombiano.

Familias sobre dos ruedas: la moto como motor de subsistencia

En Colombia, la moto no es un lujo: es la forma en que miles de familias salen adelante. En regiones como el Caribe, el Eje Cafetero o los Llanos, es común ver familias completas trasladándose en moto, muchas veces en condiciones que reflejan necesidades urgentes más que normas de tránsito.

Desde hace dos décadas, la motocicleta ha sido el vehículo que ha permitido que jóvenes trabajen en ciudades mientras estudian, que madres solteras repartan productos a domicilio, que campesinos lleven productos al pueblo. Es también el vehículo que moviliza enfermos, que lleva niños al colegio, que conecta veredas con centros urbanos.

A pesar de esto, el motociclista ha sido estigmatizado. Se le asocia con el caos vial, la informalidad o incluso la delincuencia. Esta narrativa superficial ignora la función social que la moto cumple en un país donde el transporte público es precario y la compra de un carro está fuera del alcance de millones.

Somos un medio especializado en motos. ¿Qué opina nuestro Director?

Pues quisimos preguntarle sobre este tema, se tomó la tarea de leer la nota de principio a final, como en todos los contenidos escritos. Dio su punto de vista y aquí brindamos algunas cosas que habló Alejandro Rubio Sabogal.

  • “La forma de conducción de los motociclcistas hace que algunos componentes estén a prueba: cajas de velocidades, frenos, sistema de arrastre, cadenas, piñones, claramente las llantas, que dentro de poco vienen situaciones más estrictas”.

  • “Lo indios hace 25 – 27 años quedaron asombrados por el promedio de velocidad que aquí se usa”.
  • “Colombia por ganas, los mismos muchachos, mecánicos solucionan sin tener que ir a la ensambladora”.
  • “Aquí se le da muy duro a las motos, alineado a una malla vial urbana por citar algo, en regulares condiciones”.

Colombia rural: donde no llega el transporte, llega la moto

Más del 30% del territorio colombiano poblado está compuesto por zonas rurales de difícil acceso, donde la infraestructura vial formal es prácticamente inexistente. En estos escenarios, la motocicleta se convierte en el único vehículo capaz de llegar con regularidad.

En departamentos como Chocó, Putumayo, Caquetá o Vaupés, la moto conecta a comunidades enteras con centros de salud, mercados, escuelas o estaciones de policía. En muchos casos, el abastecimiento de insumos médicos o alimentos depende exclusivamente de motociclistas que recorren caminos selváticos, trochas inundables y pasos improvisados con carga crítica.

Esto ha creado un nuevo perfil de usuario: el operador rural. Estos no son mototaxistas, ni repartidores urbanos, ni motociclistas deportivos. Son colombianos que han hecho de la moto una herramienta de supervivencia comunitaria.

Seguridad y percepción: el estigma que no deja avanzar

Uno de los grandes obstáculos para el reconocimiento de la motocicleta como pilar del desarrollo en Colombia es la narrativa negativa que pesa sobre los motociclistas. Por años, el discurso público ha asociado al motociclista con la ilegalidad, la informalidad o el desorden.

Esto ha generado políticas públicas restrictivas, normativas mal diseñadas y campañas de movilidad que criminalizan al usuario en lugar de educar o acompañar su realidad. Lo que muchos no ven es que detrás del 60% del parque automotor del país, hay millones de ciudadanos que solo tienen esta opción para trabajar, movilizarse o estudiar.

Colombia necesita redefinir su relación con la moto. Políticas más integrales, planes de seguridad vial enfocados en la prevención, redes de mantenimiento asequible y educación vial descentralizada son urgentes para transformar esa percepción y apoyar al verdadero protagonista del sistema: el usuario cotidiano.

Innovación inversa: lo que se prueba aquí, se exporta

Colombia se ha convertido en una referencia para mercados de similares condiciones como Perú, Bolivia, Centroamérica y varios países africanos. Lo que funciona aquí, funciona allá. Y las marcas lo saben.

Las plataformas probadas en Bogotá, Medellín o Cali se afinan luego para implementarse en mercados con infraestructura y usuarios similares.

Les dejamos el siguiente video, publica recientemente tipo prueba en nuestro canal de YouTube.

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