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¿SOAT a las Bicicletas? Cuando la Secretaria de Movilidad los ve como negocio

Respuesta a la desinformación del Proyecto de Ley 111 de 2023 Senado y 219 de 2024 Cámara. El SOAT, un tema que se debe profundizar.

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Por fin, en medio del caos normativo que ha caracterizado la circulación de bicicletas con pedaleo asistido, patinetas eléctricas y vehículos autoequilibrados, Colombia está a punto de tener una ley seria, clara y con enfoque en movilidad sostenible. Paradójicamente, los medios que deberían celebrar esto parecen más interesados en el escándalo fácil. No muestran interés en la lectura atenta del proyecto que aborda el SOAT.

Lo que dice la prensa

Esta semana, medios como El Tiempo publicaron titulares alarmistas que apuntan contra el Proyecto de Ley 111 de 2023. Está a punto de ser aprobado pero es tratado como si fuera una amenaza pública y no un avance largamente esperado. El artículo en cuestión cita la voz del Concejo de Bogotá y de la Secretaría de Movilidad rechazando la norma. Lo hace sin detenerse un segundo a leer la norma completa, o al menos eso parece.

Porque si hubieran leído el proyecto (que está disponible para cualquiera aquí), sabrían que este no desregula, sino que por primera vez regula con criterios técnicos y de seguridad:

  • Establece una edad mínima de 16 años para conducir este tipo de vehículos, una medida esencial cuando se trata del SOAT.
  • Obliga al uso de cascos, luces, prendas reflectivas y elementos de señalización.
  • Prohíbe expresamente la circulación por aceras o andenes.

  • Permite a las autoridades inmovilizar estos vehículos cuando se usen bajo efectos del alcohol o sin los elementos de seguridad requeridos.
  • Limita la velocidad a 20 km/h en ciclorrutas y 30 km/h en vías urbanas.
  • Y como si fuera poco, obliga a los importadores y comercializadores a garantizar la existencia de repuestos para asegurar la vida útil del vehículo.

Además, tiene un componente claro de promoción. Incentiva el uso en entidades públicas otorgando medio día libre a los funcionarios que lo utilicen como medio de transporte. Esto no solo es inédito, sino que también es valiente y necesario.

¿Y qué deciden destacar los medios no especializados? Que el proyecto permitiría que algunos vehículos eléctricos no tengan que portar SOAT, placa ni tarjeta de propiedad. Es decir, que su principal preocupación no es la seguridad, ni la sostenibilidad, ni la cultura ciudadana. Lo que preocupa es el riesgo de que no se puedan imponer más multas.

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Más detalles

Según el medio, la Secretaría de Movilidad de Bogotá incluso le pidió al presidente vetar el proyecto si no se incluyen esos requisitos relacionados con el SOAT. ¿El mensaje? Que en Colombia se puede montar bicicleta solo si usted paga lo que cuesta una moto: SOAT, tecno mecánica, matrícula, licencia y por supuesto, toda una batería de infracciones listas para caerle encima. ¿Dónde queda el objetivo de descarbonizar el transporte? ¿Dónde queda el ciudadano que quiere dejar el carro?

El panorama del SOAT preocupa

Esto es especialmente grave si recordamos que el vacío legal actual ha convertido a estos vehículos en tierra de nadie. Hoy por hoy no hay control sobre sus características, no hay normas claras sobre su circulación y mucho menos responsabilidad frente a los actores viales. Este proyecto es el primero que los reconoce, los regula y al mismo tiempo promueve su uso responsable.

Claro, también es verdad que no todo está resuelto. La ley deberá ser reglamentada. Y es allí donde tendrá que precisarse qué se entiende por 1.000 W, qué vehículos clasifican, y cómo se controla su velocidad real. Pero ese es precisamente el rol del reglamento. Será encargado de desarrollar lo que ya por fin existe como norma.

Entonces, sí, este proyecto implica retos para la industria de las motos eléctricas, que deberá ofrecer productos más potentes, más seguros y a precios competitivos. Pero no confundamos: aquí no estamos hablando de motos convencionales, estamos hablando de movilidad eléctrica liviana, urbana, individual, limpia. Estamos hablando de una transición necesaria, no de un negocio para el que solo tiene con qué pagar permisos y pólizas.

Es hora de dejar de ver a los ciclistas eléctricos como infractores potenciales. Debemos entender que lo que necesitamos es educación, cultura ciudadana y normas claras, no más barreras económicas para moverse sin contaminar. Quienes critican este proyecto sin leerlo, frenan el avance. Además, refuerzan un modelo de movilidad insostenible, punitivo y excluyente.

La sostenibilidad no se logra a punta de multas, sino de visión a futuro. Y este proyecto, con sus limitaciones y todo, por fin empieza a hablar ese idioma.

Artículo de opinión

Karim Chalá Lee

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