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Cuando el Vaticano apostó por Ducati: una historia real que pocos conocían
El Papa Francisco murió y eso nos hace recordar historia, por ejemplo, cuando Ducati era parte del Vaticano.

En el universo de las dos ruedas hay historias que parecen sacadas de un guion surrealista. Pero esta es absolutamente real: sí, el Vaticano fue inversor clave en el nacimiento de Ducati, mucho antes de que la marca fabricara su primera motocicleta. Y no, no estamos hablando de una anécdota aislada ni de una bendición papal a una Multistrada (que también fue regalada al pontífice) . Esta es la historia de cómo la Santa Sede metió mano en el mundo del motociclismo italiano, en plena convulsión política y económica del siglo XX.
Ducati antes de las motos: radios, ciencia y fe
La historia arranca en 1926. Antonio Cavalieri Ducati y sus tres hijos fundaron la empresa “Società Scientifica Radio Brevetti Ducati” en Bolonia. Su misión no era precisamente producir motos deportivas ni nada que fuera rápido: fabricaban componentes de radios, más metidos con la música que con las motos.

Diez años después, ya con algo de reputación y crecimiento, llegó un empujón inesperado: el Vaticano. Concretamente, el Instituto para las Obras de Religión (IOR), más conocido como el Banco del Vaticano, decidió invertir en Ducati como parte de una estrategia para fortalecer la industria italiana. Estamos hablando de tiempos peligrosos, con una Europa acercándose peligrosamente a la Segunda Guerra Mundial y una economía que tambaleaba.
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El Papa Pío XI, quien lideraba la Iglesia en ese entonces, era muy consciente de la necesidad de proteger los valores tradicionales (entre ellos, la industria nacional) ante el inminente caos del conflicto. Así, se dio luz verde a la compra de una participación significativa en Ducati, que según varias fuentes podría haber alcanzado hasta el 50%, aunque no existen cifras oficiales públicas.
¿Por qué Ducati? ¿Por qué el Vaticano?
Hay varias razones detrás de esta jugada. La familia Ducati era profundamente católica y tenía vínculos cercanos con varios sectores conservadores de la sociedad italiana. Además, la empresa estaba alineada con la idea de “fortalecer lo nuestro”, una consigna muy fuerte en tiempos de guerra.
Para el Vaticano, invertir no era solo una cuestión espiritual, sino también estratégica: había que mantener a flote industrias que consideraban pilares de la identidad nacional. Ducati era una de ellas, aunque todavía no fabricaba motocicletas.
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De radios a rugidos: nace el Cucciolo

El primer gran giro llegó después de la guerra. En 1946, ya con la devastación como telón de fondo, Ducati decidió diversificar su producción y lanzó el Cucciolo, un pequeño motor auxiliar que se podía adaptar a bicicletas. Fue un éxito inmediato, no solo por su funcionalidad, sino porque representaba movilidad barata y eficiente en un país reconstruyéndose desde las ruinas.

Así nació la Ducati motociclista que hoy conocemos. El Cucciolo fue su primer paso hacia convertirse en uno de los gigantes del motociclismo mundial. Todo esto, con el Vaticano todavía como accionista silencioso.
La salida del Vaticano y el paso a la leyenda
La relación duró oficialmente hasta 1967, cuando el Vaticano decidió vender su participación a la empresa Ceat, un fabricante de neumáticos. En ese momento, Ducati ya había consolidado su nombre en el mercado y se preparaba para nuevas etapas, incluyendo su nacionalización temporal y más tarde su compra por parte de Cagiva y el fondo estadounidense TPG.

A partir de los años 70, la participación vaticana se desvaneció por completo. Hoy, Ducati pertenece al grupo Volkswagen (a través de Audi), y su relación con el Vaticano es apenas una nota al pie para los más eruditos de la historia del motociclismo.
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El legado invisible
Aunque no lo parezca, esa inyección financiera del Vaticano fue fundamental. Sin ella, Ducati quizás no habría sobrevivido a los difíciles años 30 ni habría tenido la infraestructura para lanzarse al mundo de las motos tras la guerra.
Fue una alianza estratégica, discreta y eficaz. Y aunque nunca vimos a un Papa montado en una Panigale ni compitiendo en Mugello, el legado de esa inversión quedó marcado en el ADN de la marca: resiliencia, innovación y una pizca de fe en el futuro.
Finalmente, en 1926 a finales de los años 60, el Vaticano fue dueño de más de la mitad de las acciones de Ducati. Disfruten esta información y damos crédito al medio citado.
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